Louis Zamperini, la historia de un ser humano extraordinario.


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Nacido en enero de 1926, Louis Zamperini, Louie para los amigos, se crió en California en el seno de una humilde familia de inmigrantes italianos. Después de una infancia dura y una adolescencia llena de correrías, encontró en el atletismo su gran pasión, que lo convertiría en atleta olímpico y héroe nacional. Con tan solo 19 años el joven Louis fue a los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín, donde participó en la final de los 500 metros haciendo una última vuelta increíble que dejó boquiabierto al mismísimo Hitler.

Pocos años más tarde llegó la guerra, y Louis se alistó en el ejército. Fue destinado al frente del Pacífico donde en abril de 1943 el avión en el que volaba junto con otros diez soldados estadounidenses cayó en mitad del océano. Ocho de los once tripulantes murieron en el acto. Zamperini fue, junto con el capitán Russell Allen Phillips y el sargento Francis McNamara, el artillero del avión, uno de los tres supervivientes.

Tres hombres que quedaron a la deriva flotando en mitad de la nada entre tiburones y a merced del hambre, la sed y la desesperación. El sargento Mac falleció tras 33 días a causa de las heridas sufridas, mientras que Louie y Phil aguantaron 47 días de infierno antes de pasar a otro tipo de «infierno». Los dos supervivientes fueron capturados por la marina japonesa y trasladados a un campo de prisioneros donde Zamperini fue el blanco de las iras de un sádico comandante nipón, Mutsuhiro Watanabe, un hombre terrible y despiadado al que amigos y enemigos conocían como ‘El Pájaro’.    Fueron más de dos años de hambre, palizas, vejaciones… Zamperini vivió un auténtico calvario mientras en casa les daban por muertos. Pero siguiendo su máxima vital «si puedo aguantar, lo conseguiré», Louie no se rindió y, tal y como hizo cientos de veces en la pista de atletismo, apretó los dientes y aguantó hasta que el 20 de agosto de 1945 quedó en libertad. Y todavía faltaba un capítulo clave en la odisea de Zamperini para engrandecer aún más su leyenda: el perdón.

Años después, en 1950, Louie volvió a Japón para visitar la prisión de Sugamo y reencontrarse con quienes fueros sus captores y torturadores. Solo el terrible comandante Watanabe se negó a participar en este acto de reconciliación.     Reconciliación que volvió a ponerse de manifiesto hace pocos años, cuando en 1998 Zamperini fue uno de los portadores de la antorcha olímpica que encendió el pebetero de los Juegos de Invierno que se celebraron en la localidad japonesa de Nagano.

Angelina Jolie responde…

¿En qué medida le influye este filme a usted misma?
Pasar por esta experiencia de rodar Invencible me ayudó a decidirme a hacer la cirugía de pecho. Zamperini me enseñó que había que valorar cada día de nuestra vida de la misma manera en que me enseñó muchos juegos para jugar con mis hijos. Llegué a llevar a Zamperini la película a su cama en el hospital, en el ordenador portátil. Fue asombroso ver a un hombre de 97 años al final de su vida, viéndose a sí mismo en la pantalla; mirando a su madre, a su hermano, a su mejor amigo, todos a los que se dice que uno ve cuando está a punto de morir. Fue maravilloso ver cómo su vida pasaba delante de sus ojos, cómo ganaba carreras, y era tan fuerte, cuando en ese momento su cuerpo cansado decía que no daba para más.

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